Es una verdad poco discutida que para las nuevas generaciones de argentinos los simbolos patrios tienen poco o ningún significado. Para muchos de sus integrantes la bandera es un colorido pedazo de trapo y el himno solo les despierta ligeras emociones cuando se canta en las competencias mundiales.
Los curriculums de los próceres han sido prolijanmente lijados por meticulosos revisionistas y ya casi no hay referentes históricos indiscutidos. Por eso puede sorprender a nadie que una persona que carece de pruritos a la hora de poner en evidencia su escasa cultura en los más diversos ámbitos como la señora Fernández insulte al pueblo argentino y a la memoria del Gran Capitán disponiendo el retiro del Cuerpo de Granaderos creado por él con la única finalidad de que no escolte al vicepresidente en el acto de recordación de su natalicio en Yapeyú.
Lo que en realidad asombra no es la indiferencia general ante tamaño atropello, sino la indignada sorpresa de algunos ciudadanos ante este insólito agravio, como si después de tantas demostraciones se pudiera esperar otra cosa que este tipo de bajezas de parte de quienes coejercen la primera magistratura.
Al parecer el esmero que pone el matrimonio para resaltar su pequeñez y mezquindad no da los resultados esperados porque todavia hay gente que cree ingenuamente que tolerando los actos insensatos y resentidos de este remedo de gobierno se sostiene la democracia.
Hasta resulta francamente gracioso ver día a día como columnistas, analistas políticos, economistas y dirigentes de todo cuño gastan tinta, minutos de aire y de pantalla haciendo recomendaciones a la partenaire de Kirchner para que mejore su performance gubernamental o solazándose en la burla de su torpeza y soberbia ignorancia. Por cierto metáforas tales como ladrar a la luna, predicar en el desierto o hablarle a la pared no reflejan ni de lejos esta tan desopilante como pertinaz ingenuidad. Si lo que se pretende es evitar el descalabro institucional que se aproxima, claramente éste remedio carece de eficacia.
Si emplearan el mismo tiempo y esfuerzo en analizar la opción del juicio pol ítico de una persona manifiestamente inidónea para el cargo, que además prohija el enriquecimiento de sus amigos y la malversación de fondos públicos que permite a su consorte hacer turismo proselitista «business class» entre otras travesuras ignorando el huracán económico que se avecina, quizás se pueda evitar el estallido social que inexorablemente sobrevendrá cuando la realidad golpee las puertas del gobierno y el castillo de arena levantado por dos improvisados al calor de plumas y micrófonos que admirados alentaban su habilidad para «construir poder» sea derrumbado por las tempestades generadas por vientos que con una tenacidad digna de mejor causa sembraron durante sus mandatos, y las consecuencias de seis años de tirar la basura debajo de la alfombra se desplomen con todo su esplendor sobre la sociedad argentina.