La Argentina ya votó

La escasa respuesta a la convocatoria de las organizaciones no gubernamentales Argentina Ciudadana, Ojo Cívico y Argentina Sin Mordaza para protestar contra el autoritario proyecto oficial de ley de medios que el gobierno pretende utilizar como instrumento de sus planes de retorno y la generalizada indiferencia social es por sí misma la mas clara explicación de cual es la raíz del proceso que ha llevado a la Argentina a un retroceso que asombra al mundo civilizado: no son los dirigentes, son los dirigidos.

Cuando el ideático señor Blumberg convocó a una marcha fúnebre a la luz de las velas unas ciento cincuenta mil almas se congregaron frente al Congreso Nacional para presionar reformas al código penal que sirvieron de muy poco en la lucha contra la inseguridad. Un número menor pero también importante se daba cita en las calles para que el senacómico Eugenio Artaza al mejor estilo amores de estudiantes les jurara que sus arengas no escondían ambiciones políticas.

Ahora que el matrimonio Kirchner está construyendo frente a sus narices un muro de desinformación y burdo adoctrinamiento para robarles arteramente uno de los mas sagrados derechos ciudadanos como es el derecho a la información veraz el rebaño de ovejas en que se ha convertido la clase media argentina se apoltrona frente al televisor suspirando de impotencia para ver el «triunfo» de una iniciativa que todos se dan cuenta es de muy mala leche. Claro está que en esta oportunidad falta el ingrediente emocional que necesita gente consumidora de telenovelas para motivar su concurrencia.

Cuesta creerlo pero a esta altura del siglo 21 la mayor parte de la sociedad de este país parece aún estar convencida de que el sostenimiento del sistema democrático no exige más esfuerzo que cumplir cada dos años con la obligación de depositar en una caja de cartón el trozo de papel que contiene su opción por el menos malo de los candidatos propuestos para ir luego a mirar por tv los pormenores de la separación de la vedette de turno, a despotricar contra la clase política en los cafés o a descargar su resignación en los foros de Internet.

Desde siempre la Argentina ha encarnado un fenómeno muy curioso de alto interés para la psicología social. Gente que se desliza inexorablemente hacia la línea de la pobreza, que sufre día por día las consecuencias de la gestión desvariada de una mujer incompetente y frívola manejada a control remoto por un psicópata carcomido por su resentimiento, periodistas que saben fehacientemente cuales son las funestas consecuencias a futuro de este desquicio institucional, se rasgan pomposamente las vestiduras cuando alguien osa afirmar que cualquier camino de recuperación pasa por echar a los Kirchner del poder como primera condición.

Han elevado a la jerarquía de sacramento los mecanismos de la democracia olvidando su fines. El que gana las elecciones no recibe una autorización para hacer lo que le venga en gana y convenga a sus intereses sino un mandato constitucional para gestionar el bien común y mejorar el nivel de vida del conjunto social dentro de los términos que fijan el contrato social y la ley.

Que la pareja gobernante retuerza la ley y destruya a las instituciones con el apoyo logístico de sus cómplices legislativos, que se enriquezca obscenamente en un país donde se expande la miseria a ritmo marcial, que utilicen bienes públicos como si fueran privados, que envíe un avión oficial para 60 personas a buscar a la hija en un viaje de 6.000 kilómetros, que favorezca a amigos y entenados para crear fortunas de la nada, que destine cientos de millones de pesos al pago de sueldos exorbitantes de jugadores de fútbol, que extorsione a jueces y fiscales, que genere un clima de corrupción intolerable – no en «un cantón suizo» como dijo Picheto, sino en una sociedad medianamente respetuosamente de sí misma -, que pretenda acallar las voces que denuncian tanta depredación, que mande a la mafia de Moreno a apretar a los directores de Papel Prensa y sigue la lista, no parece constituir la gota que vaya a rebalsar el vaso, al menos, para una sociedad paralizada por el miedo, la ignorancia y la conciencia de su propia hipocresía. Así es fácil comandar en un país donde los tontos no piden oportuna rendición de cuentas o no encuentran la forma de pedirla sino que esperan la caida para salir a crucificar a su victimario.

Por eso se puede decir sin temor al equívoco que la Argentina con su actitud claudicante ya votó por una dictadura con fachada democrática, y sigue votando por lo mismo todos los días que permite que los Kirchner continúen en el poder manoseando a la República. Ese es el estilo que prefiere una gran mayoría de habitantes que han renunciado a ser ciudadanos y que ven ante sus ojos impávidos como Néstor Kirchner y Sra. se burlan del «mensaje de las urnas» arrasando su derecho a la información, pilar fundamental de toda democracia genuina sin el menor atisbo de reacción.

1 comentario en “La Argentina ya votó

  1. Susana Diaz de Vivar

    Los argentinos estamos como el cuento del elefante que se crió atado a una estaca y cuando le quitaron la estaca siguió sin moverse pensando que seguía atada a ella. La estaca nuestra es el peronismo , un movimiento de corte fascista, que no respeta los 3 poderes, que contiene desde la extrema derecha a la extrema izquierda y que en nombre de Peron nos llevan de acá para alla como si fueramos ratas de laboratorio y no personas, sin políticas de estado duraderas.Hoy el neoliberalismo, mañana el estatismo y pasado que se yo, Nuestros paises vecinos avanzan hacia un progreso dónde van eliminando la pobreza con el consiguiente progreso de sus ciudadanos,que es el verdadero progreso, progresismo del que tanto se habla y no practican,.Nosotros encambio con esa estaca a la que estamos atados que pensamos que sólo el peronismo puede gobernar, cada día tenemos más pobres y hasta se dice que esto es a propósito para que los peronistas tengan votos con el consabido clientelismo.Esto es de una perversión nunca vista, crear más pobres es un genocidio como cualquier otro. En una democracia puede no funcionar bien el ejecutivo, o el legislativo, pero si no funciona el poder judicial, tal democracia no existirá. Cuando la gente ve como impunemente se avanza sobre las instituciones entre aprietes y amenazas, tiene miedo y desesperanza,que es el objetivo que pretenden los mandones. Esto nos está llevando a nuestra autodestrucción.
    Susana Diaz de Vivar

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