Se dijo en la nota anterior que para beneplácito del oficialismo la gran mayoría de los medios ponen el foco de la crónica y el análisis en las idas y vueltas de los candidatos opositores y en las danzas y contradanzas de la viuda y el camionero tocando sólo tangencialmente lo que en realidad se juega en octubre, cosas que van mucho más allá de posiciones de poder o meras propuestas que ciertamente hoy por hoy brillan por su ausencia y más se palpan que se ven.
Esta distracción del núcleo esencial de la coyuntura alimentada por un periodismo superficial enfrascado en lo contingente que se autoreduce a especular sobre lo cotidiano aventurando pronósticos sobre las posibles alternativas del proceso electoral en marcha, es un velo sutil que impide a la gente visualizar las consecuencias que son de esperar de una u otra opción.
Como resultado de este divertimento muchas personas medianamente informadas asumen que se trata de una elección más cuyo resultado cualesquiera sea no cambiará mucho su vida dado que desde su óptica todos los contendientes están cortados por la misma tijera y tienen sus intereses bien alejados de los de la gente, algo que por cierto los protagonistas se las arreglan muy bien para confirmar día tras día saltando de un lado a otro como pulgas en una sábana.
Sin embargo, en esta oportunidad el contexto circunstancial que rodea al proceso de recambio de autoridades posee características inéditas por lo peligrosas desde que la decisión del electorado puede abrir las puertas a un esquema de gobierno de corte populista, netamente autoritario, anacrónico y a contracorriente del mundo desarrollado como el que ya perfilan los pasos dados por el oficialismo kirchnerista especialmente desde la desaparición física del ex presidente, indiscutible generador de este escenario tan desordenado.
Para comenzar y como lo señalara Carlos Pagni en una reciente nota, los dos candidatos ya prácticamente consagrados como tales y con mayores chances deben su notable ascendencia popular más al oportuno impulso obituario de dos personajes extintos que a méritos propios.
Aunque parezca un detalle menor la consecuencia de ello es que más que líderes de una corriente política o ideológica son como Kerensky futuros rehenes de estructuras, movimientos, estrategias y proyectos que se gestan en otros niveles de profundidad.
En el caso de la viuda de Kirchner esta situación es más preocupante dada su vulnerabilidad sicológica nunca desmentida, su tendencia a una soberbia autoritaria con escaso fundamento y al hecho de que su soporte estratégico operativo está conformado por personas que comulgan con una visión del ejercicio del poder abrevada en opciones totalitarias. En cambio, el radicalismo gusta de parecerse a sí mismo y a pesar de sus resbalones tácticos, sus acrobacias electorales y sus malas experiencias en el gobierno, es improbable que el ejercicio del poder le lleve a abjurar de su credo democrático.
En segundo lugar el kirchnerismo está capitalizando la sed de protagonismo de una juventud multitudinaria y desorientada muchos de cuyos integrantes se manejan con pocas reflexiones y muchas emociones, adoradores de Twitter que difícilmente superarían una prueba de comprensión de textos y que en su inexperiencia y desinformación se sienten convocados a una lucha épica en defensa del proyecto “nacional y popular” el cual según sus percepciones consiste esencialmente en una mayor intervención del Estado en la economía y la sociedad y el sometimiento de las grandes empresas y corporaciones, incluidas las sindicales, a quienes detenten el poder conforme lo propone el discurso único que baja desde las usinas oficialistas.
Son los hijos de los grandes desmadres sociales, políticos y económicos que afectaron a la Argentina en décadas pasadas, y que al decir de Brecht “Al odio heredado de sus padres, ellos añadirán su propio idealismo e impaciencia. Alguno se adelantará y pondrá sus sentimientos en palabras. Alguno prometerá un futuro. Alguno hará suyas sus demandas. Alguno hablará de grandeza y sacrificio. Los jóvenes e inexpertos brindarán su valor y su fe a los cansados e indecisos. Y entonces habrá una revolución, y nuestro mundo se hundirá en sangre y fuego.”
En tercer término algunos grandes grupos empresarios, advertidos de la volatilidad del liderazgo político de una persona que si bien es titular del poder no maneja el partido, no conoce a los dirigentes y no controla al sindicalismo, sueñan con convertirse en los pilares indispensables de un gobierno corporativo de corte fascista en el que su grupo de interés ejerza influencia sobre las decisiones del gobierno y de ahí sus anuncios de supuestas futuras inversiones, su dudosamente sincera “confianza en el país”, y su edulcorada predisposición al diálogo, sueños que son alimentados convenientemente por la astucia de quienes les preparan la cama para después de octubre a fin de que no perturben por ahora la marcha del plan.
La levedad del liderazgo de la viuda, las ensoñaciones juveniles y la tradicional necedad de un empresariado prebendario son las columnas centrales sobre las que se apoyan el experimento político en ciernes que cocina a fuego lento el kirchnerismo oculto y que cualquiera que ponga un poco de atención puede ver a través de la delgada membrana que recubre el huevo de la serpiente. En próximas entregas detallaremos puntualmente las señales que revelan el desarrollo del plan y los mecanismos previstos para el dominio total de la sociedad si estos núcleos radicalizados logran concretar la anhelada reelección de su instrumento político. (continuará)