Con la comida no se jode

El anuncio de la postulación del boy scout Scioli y el simultáneo operativo de extorsión a los presuntos beneficiarios de la billetera kirchnerista para la inmolación colectiva en las elecciones del 28 de junio al mejor estilo de Jim Jones sólo puede sorprender a los muchos que insisten en creer que un par de desequilibrados incompetentes y sus seguidores que se han tomado a la chacota al país y sus instituciones sigan haciendo de las suyas es el mal menor frente a la posibilidad del desmadre sobreviniente al abandono del poder que inexorablemente sucederá a tanto desguisado mal que les pese a los pusilánimes soñadores de un final feliz..

Daniel ScioliQue Scioli aclare con total desparpajo que su candidatura es una joda para Tinelli al solo y único efecto de evitar la previsible derrota de su mentor y que no piensa dejar la gobernación aunque resulte electo diputado es totalmente coherente con la estrechez intelectual de una persona que en el mejor de los casos carece de las mas elementales nociones acerca de los fundamentos del sistema representativo creado por la civilización humana para posibilitar la convivencia pacífica y para quien el respeto por el electorado es una de las tantas quimeras que circulan en jactanciosos ámbitos académicos que saben muy poco de carreras de lanchas. Con la comida no se jode, con las instituciones si.

Si la Argentina no estuviera sumergida nuevamente en un agudo proceso de degradación institucional entusiastamente empujado desde 2003 por los inquilinos de Olivos y consentido por gran parte de la sociedad la respuesta ciudadana a la caradurez del deportista devenido en político (Menem lo hizo) sería el castigo en las encuestas y en las urnas, porque claramente la candidatura del motonauta no es sino una pústula más en un cuerpo infecto, pero fuerza es reconocer que aún en sectores medios supuestamente más preparados que el pobrerío cautivo de las tácticas clientelistas de Kirchner y Cia. no se percibe en su real dimensión la inmoralidad y la afrenta al buen sentido y a la dignidad que implica esta maniobra inescrupulosa de gente desesperada dispuesta a destrozar lo que sea por evitar el hundimiento de su facción.

Curiosamente, como en los episodios finales de la saga de Isabelita – López Rega, todo el mundo en su fuero íntimo mira como van cayendo uno a uno los ladrillos de la represa esperando el derrame sin atinar a a llevar adelante una alternativa al caos que propone la pareja con sus ridículas movidas distractivas y sus discursos enlatados mientras la anarquía crece en el país con tanta rapidez como la epidemia del dengue y la pobreza que la señora gorda que ejerce la primera magistratura descubrió tardíamente en Tartagal.

Mientras tanto, con la frialdad de una mente criminal los transformistas de la política – en tácita complicidad con los tontos de la película – esperan que el desenlace caótico de la farsa democrática protagonizada por los Kirchner y sus secuaces les permita reciclarse y seguir disfrutando de su cuotita de poder a costa de la indiferencia, la ignorancia y el desinterés de la gran masa que, al contrario de lo que se cree habitualmente, no está constituida únicamente por plomeros albañiles y changarines, sino también por profesionales, comerciantes, docentes – y siguen las firmas – que enganchados en el discurso de colores de los derechos humanos, del repudio al FMI y otros versos por el estilo consienten alevosamente a sabiendas y por comodidad el accionar autoritario y destructivo del matrimonio «en nombre de la democracia».

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