Archivo del Autor: Luis Orea Campos

La Democracia bajo fuego

Se ha  puesto de moda últimamente en el ámbito de los analistas políticos alertar que crece el descrédito de la democracia como sistema de convivencia social en el electorado, en particular entre los jóvenes.

Pero ninguno de ellos asume la responsabilidad que le cabe en la propagación de este fenómeno sociológico. Es inexplicable como tanto ellos como los grandes medios contribuyan a que cunda el escepticismo respecto de la eficacia del sistema democrático como continente de la voluntad popular y garante de la transparencia de los negocios públicos, por ejemplo instalando que los políticos “son todos lo mismo”

Y eso, que es cierto en gran parte, no es una verdad absoluta: hay dirigentes que realmente desean ir mas allá de la mera búsqueda del poder y lograr la estabilización y el despegue del país.

Pero al parecer es más vendible ensañarse con el «fracaso» de Macri y ponerlo en la misma bolsa que al gobierno kirchnerista – una secta empeñada en remover hasta el último cimiento del orden institucional, usando, como es de práctica, los mecanismos que les provee el mismo sistema al que quieren exterminar – o dedicar cientos de minutos de aire y centímetros de columna para comentar las miserias de las “internas” palaciegas o de los opositores obviando el tratamiento de temas estructurales que hacen temblequear el edificio social.

Es hora de que quienes tienen la posibilidad de influir en la opinión del público comiencen a pensar que parte tienen en ese descrédito de la democracia cuyo expansión tanto parece preocuparles.

Así fue como los nazis se hicieron del poder en la Alemania post Versalles: usaron los mismos mecanismos que les proveía el sistema para sustituirlo por una autocracia aprovechando la confusión y el descreimiento del pueblo en la eficacia del sistema hasta entonces vigente para dar respuestas a sus necesidades diarias.

Difícilmente aquí lleguemos a esos extremos, pero por cierto el reemplazo conceptual de la democracia por el populismo y los líderes mágicos nos ha traído hasta el estado de decadencia del que hoy gozamos cómodamente

Muchos medios, opinólogos y analistas hablan del progresivo descrédito de la democracia como si fueran necesarias sesudas elaboraciones para llegar a esa revelación cuando en realidad el fenómeno es fácilmente perceptible en la calle.

Como no va a pasar eso si es inexplicable que el sistema no sólo haya posibilitado que una persona tan gris y mediocre como Alberto Fernández haya llegado a la presidencia, sino que a pesar de las muestras diarias de su incompetencia que causó miles de muertes evitables, de su extravío mental, de sus ridiculeces y papelones que alimentan la burla despiadada de humoristas y articulistas siga orondo calentando el sillón de Rivadavia sin que aparezca una Tía Vicenta que clame por su despido inmediato caricaturizándolo no como una tortuga sino como un pato criollo.

Como no va a pasar eso si en nuestras narices todos los días aparecen muestras del saqueo al erario que una horda de parásitos perpetra desde el gobierno sin que al colectivo social se le mueva un ceja ni desencadene otra reacción que subir memes o furiosos comentarios a las redes.

Mientras se tolere que un tonto de capirote ejerza la presidencia de la Nación, deje en ridículo al país y ocasione daños irreparables al concierto institucional, y que cardúmenes de pirañas sanguinarias agredan sin pausa al tesoro y a las instituciones del Estado por favor, no sigan con la cantinela del «descrédito de la democracia»

Porque el descrédito del que se habla no es de la democracia, nos pertenece íntegramente a nosotros como ciudadanos que no sabemos, no podemos o no queremos hacer respetar el sistema embebidos en nuestras pequeñeces diarias que nos arrastran y nos obnubilan olvidándonos de lo que costó recuperarlo de las manos de “hombres providenciales” que venían a reorganizar la Nación a punta de fusil.

Al sistema se lo defiende no solamente pregonando el respeto a los plazos constitucionales sino exigiendo que los funcionarios elegidos demuestren su idoneidad para ejercer el mandato conferido … o en caso contrario se vayan a su casa, porque se supone que se los elige para administrar con eficiencia los recursos públicos y asegurar las bases para el desarrollo equitativo del país, no para fungir de alegres comentaristas de una realidad que sólo existe en su imaginación mientras usufructúan los privilegios del poder.

Las pavadas de Bielsa

Las pavadas de Bielsa

Como bien saben nuestros lectores, desde que Rafael Bielsa accedió a los primeros planos de la política de la mano de Néstor Kirchner Onda Política siempre lo ha considerado un tonto de capirote, un auténtico papanatas, contrariamente a las generosas alabanzas que le prodigaban varios medios importantes cuyos periodistas no se cansaban de apelar al remanido lugar común de «brillante pluma» para calificar su supuesta profundidad intelectual.

Uno por uno, los repetidos papelones que protagonizó durante su anodina gestión al frente de la Cancillería mas sus ridículas idas y venidas luego de su elección como diputado fueron confirmando la tesis de esta publicación, no obstante lo cual los amanuenses del poder continuaron cubriéndolo de un piadoso manto de comprensión destacando su «valor» al rechazar la embajada en Francia «para no defraudar a sus votantes», cosa que ya había hecho un rato antes aceptando el cargo.

Pero sus últimas declaraciones sobre la anulación de los indultos ya lo hicieron subir al podio de los incoherentes cuyo primer lugar ocupa la inefable «Lilita» Carrió que va viento en popa rumbo a la devaluación política total.

Textualmente Bielsa dijo a «Clarín» sobre la anulación de los indultos de Menem: «la forma legal no es demasiado importante», pero sería «sano» que la derogación de los indultos saliera del Parlamento

Seguramente su abuelo, el eminente jurista de su mismo nombre, se debe estar revolviendo en la tumba: dos sandeces seguidas en cuestión de segundos, la verdad, es mucho. Como diría el sabio Groucho Marx, «mas vale mantener la boca cerrada y que piensen que eres un tonto que abrirla y que lo confirmen».

Onda Política confirma una vez más su aserto: en el sobrenombre que le pusieron a Bielsa de «pavo real» el «real» está de mas: es un pavo a secas. Y un analfabeto jurídico. En este caso la forma legal – al menos para quienes saben de derecho constitucional – no sólo es importante sino además esencial.

Y si es «sano» que la derogación «saliera del Parlamento» entonces los que pensamos que esa es una aberración constitucional – porque el único poder habilitado por la Carta Magna para revisar los actos exclusivos de los otros dos es el Poder Judicial – estamos todos enfermos. Incluido el presidente.

Lo mismo vale para la Carrió, con el agravante de que ella no se dedica a la guitarra jurídica como Bielsa, sino que es nada menos que profesora titular de Derecho Constitucional, calidad ésta que ha degradado sosteniendo posiciones jurídicas contra natura con tal de satisfacer el clamor de venganza de masas incultas y así alimentar su alocada carrera política, razón por la cual El Ciudadano hace tiempo le ha perdido todo respeto.

Artículo publicado por Onda Política el 23 de marzo de 2004

No pasarán

Varios periodistas, politólogos y analistas de renombre que informan y opinan sobre los avatares que sufre el conglomerado opositor en su marcha hacia los compromisos electorales de septiembre y noviembre parecen no comprender la gravedad del desafío que se avecina e insisten en enfoques que, por un lado, alimentan las disputas ya de por sí infantiles que sostienen algunos de sus dirigentes y, por otro, se equivocan sobre la naturaleza del peligroso proceso político en que se encuentra inmersa la Argentina formulando recomendaciones sobre cómo deberían comportarse los principales protagonistas de la oposición y exigiéndoles precisiones sobre sus propuestas hacia el futuro, como si la sociedad estuviera viviendo un clima de normalidad social.

Por el contrario, lo que impera es la confusión, tanto entre los candidatos y precandidatos como entre los observadores del ámbito político y la ciudadanía en general, confusión que lleva -como en el caso de las vacunas- a la incertidumbre y a la abulia cívica del electorado, que contempla azorado y atemorizado los sainetes que protagonizan a diario tirios y troyanos de todos los partidos.

Comunicadores y analistas, salvo honrosas excepciones, soslayan la cuestión fundamental y se van por las ramas deteniéndose en tópicos irrelevantes en relación con el peligro inminente de caer totalmente en manos de una pandilla dispuesta a instaurar sin remilgo alguno el clásico modelo de dictadura latinoamericana que ha sometido y empobrecido a varios países de la región.

Es cierto que, como ha sucedido en otros lares, los opositores contribuyen generosamente a generar las condiciones para que prospere el proyecto totalitario que se acuna amorosamente en el Instituto Patria, pero las chambonadas de Larreta, las veleidades de estrellato de la Sra. Vidal y los arrestos teatrales de la Sra. Carrió no pueden ni deben ocultar el hecho de que estamos ante una amenaza letal para el sistema democrático encarnada en la viuda de Kirchner y sus talibanes Zannini, Parrilli y cía. Que, al decir de Ortega y Gasset, han vuelto a buscar la razón que tienen y de paso a llevarse la que no tienen, resucitando la voz de orden lanzada años atrás en Rosario: “Vamos por todo”.

La miopía de ciertos periodistas que alaban las dotes estratégicas de la viuda de Kirchner -que en realidad no hace sino seguir las reglas más básicas de un rústico manual de propaganda política- colaboran a crear en gran parte de la población la impresión de que no hay manera de librarse de las garras del engendro totalitario en ciernes anestesiando todo vestigio de reacción contra el futuro de opresión que prometen sus adalides a través de la suma del poder público que a la vista de todo el mundo y sin pudor alguno reclaman para sí la viuda y sus secuaces prestos a someter a su arbitrio al sistema judicial en caso de lograr su objetivo electoral de adquirir la mayoría propia en la Cámara baja.

Ese sombrío pronóstico es el que ha desatado el éxodo masivo de grandes empresas que manejan información clasificada y han preferido desensillar hasta que aclare ante la posibilidad de ser parasitadas y extinguidas por la voracidad un Estado convertido en aguantadero de malandrines.

Por eso, estas elecciones son cruciales para definir si la sociedad entra en el túnel del terror o levanta una valla infranqueable a la tentación totalitaria, como bien lo han señalado dirigentes que no han perdido la sensatez y alcanzan a ver los mecanismos de sometimiento prestos a irrumpir en el escenario a caballo de la anomia social y la indiferencia mediática.

Los factores mediáticos no deben perder el tiempo pidiendo precisiones programáticas ni los dirigentes ensayarlas porque, si hay algo que está claro, es que resultarán una fantasía si se concreta el objetivo de acumulación de la suma del poder público por medio del control de ambas ramas del Congreso que empuja a toda marcha y sin disimulo el oficialismo gobernante.

En lugar de ello, es un imperativo cívico esclarecer a la opinión pública sobre la importancia crucial de poner el foco en el frágil equilibrio de fuerzas en Diputados y no en las piruetas verbales y fácticas de los exponentes del oficialismo ni en las pobres riñas de ilusos opositores que protagonizan sus mediocres comedias en la cubierta del Titanic ajenos a las tribulaciones de un pueblo cansado de sus morisquetas intrascendentes.

El compromiso social que determinará el futuro de las instituciones y del sistema democrático y por ende de las generaciones venideras no debe distraerse con espectáculos pirotécnicos armados por los usufructuarios del poder y concentrarse en el sostenimiento del poder cívico condensado en una sola voz de orden: “No pasarán”.

Luis Orea Campos

¿QUERÍAN PASO? AHI LAS TIENEN

Jorge Landau

Néstor Kirchner

Antes que nada queremos recordar que la posición de esta columna respecto de las PASO ha sido invariablemente contraria a ese engendro ideado por Landau a pedido de Néstor Kirchner por constituir un avance inconstitucional del Estado sobre la zona de reserva de los partidos políticos, entre otras arbitrariedades.

La agrupación Juntos por el Cambio se negó férreamente a aceptar su suspensión en el proceso electoral en curso y bregó porque se mantengan dadas las expectativas encontradas de varios de sus dirigentes con relación a las candidaturas a cargos legislativos.

Ahora resulta que ni siquiera las PASO calman las aguas de las diferencias intestinas de la heterogénea alianza y los interesados salen a dirimir diferencias en los medios para delicia del oficialismo que se relame de antemano por la previsible división opositora que anticipan los chispazos mediáticos convenientemente azuzados por periodistas afectos al chismorreo político.

El mensaje que el espacio envía al electorado mas allá de las postales farandulescas es de una impericia política conmovedora porque en lugar de aprovechar en su favor las PASO para proyectar una imagen de democracia interna en franca contraposición a la autocracia del oficialismo donde rige estrictamente la “ley del dígito” le sirven en bandeja un espectáculo de egos y proyectos personales exacerbados en el que cada cual tira para su lado en perjuicio no sólo del conjunto sino de todo el país.

No es el caso discutir la indudable legitimidad las aspiraciones de cada uno de los precandidatos de JxC, pero no se entiende porqué teniendo la herramienta que consideraron adecuada para medir fuerzas y por cuyo mantenimiento tanto bregaron pierden puntos ladrándose en los medios para desazón de quienes esperan una actitud inteligente de parte de dirigentes que se suponen comprometidos con el objetivo de impedir una victoria del kirchnerismo que tire abajo todas las barreras que hoy frenan el avance de operaciones destinadas a  someter a la sociedad a los designios de una banda de parásitos belicosos decididos a imponer su visión arqueológica del Estado a cualquier costo.

Sin duda a Macri, Larreta, Bullrich, Vidal y siguen las firmas no les vendría a mal recordar que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones que se presume tienen todos los que compiten por lugares estelares en las nóminas de aspirantes de JxC.

 Para no meter en ese sendero a todo el país es imperativo reconfigurar la pobre imagen pública que emerge de sus tironeos poniendo todo el atractivo que creen tener los precandidatos al servicio de un proyecto serio superador de las miserias y papelones de un oficialismo sin rumbo cuya principal aspiración es lograr la impunidad de su conductora y sus feligreses presos.

Es muy fácil para la alianza opositora recomponer la situación y volver a una posición competitiva que genere expectativas favorables si sus líderes vuelven a la sensatez y comprenden que enfocar sus declaraciones en problemas externos al espacio y someter sin zancadillas ni empujones las pretensiones de cada uno al veredicto del electorado es la mejor estrategia para prestarle al país un servicio invalorable, porque todos tienen claro que perder la elección es dejar a la sociedad en manos de delirantes codiciosos atrapados en ideas y concepciones políticas prehistóricas, y como reza aquel viejo dicho español “Tan culpable es quien mata la vaca como quien le amarra la pata”.

A la oposición le falta táctica ¿O estrategia?

Por Luis Orea Campos

Algunos dirigentes de Juntos por al Cambio se muestran molestos en las redes por los reclamos de sus seguidores que exigen una mayor efectividad en la tarea de frenar los constantes abusos y atropellos a las instituciones perpetradas a diario por el oficialismo kirchnerista.

La respuesta casi invariable es: “¿Que quieren que hagamos? Somos minoría en el Congreso”. Casi una confesión de impotencia inadmisible en el ámbito político.

Esa impotencia tiene varias causas, todas de peso, pero hay una que encabeza la lista: no ha logrado cohesionarse en una fuerza organizada con una conducción única que defina la estrategia y diseñe movimientos tácticos que vayan clavando los mojones rumbo a la recuperación del poder.

Por el contrario, la oposición en su conjunto aparece ante la opinión pública como un rejuntado de dirigentes desorientados que bailan al compás que marca el oficialismo que sí tiene bien definidas sus prioridades y su esquema de pasos tácticos más allá de las cabriolas discursivas y los papelones del jefe de Gabinete de Cristina Kirchner devenido en presidente.

Para colmo mientras el oficialismo zapatea un malambo los opositores – salvo honrosas excepciones – pretenden bailar un vals sacrificando posiciones en el altar del gelatinoso concepto de corrección política “antigrieta”.

La sensación que dan sus pálidos y descoordinados movimientos es que no sólo se han resignado a dejar la iniciativa política en manos del kirchnerismo sino que carecen de una estrategia sólida y unificada que involucre tácticas eficaces para llegar al objetivo fijado. Hay confusión y demasiadas ambiciones en la cúpula. Como Francisco I y Carlos V todos los presidenciables están de acuerdo: todos quieren Milán.

No obstante, el camino de la oposición es muy claro. Suponiendo que tiene un plan de gobierno futuro consistente con su declamada intención de convertir a la Argentina en un país próspero, organizado e institucionalmente fuerte (sería éste el objetivo de largo plazo) los movimiento tácticos consecuentes deberían apuntar a recuperar al menos parte de la iniciativa apuntando al objetivo intermedio que es tener oxígeno y  poder de fuego en las elecciones de medio término. 

Lograr un buen resultado permitiría modificar la relación de fuerzas en el Congreso específicamente en Diputados y desde esa posición bloquear todo intento encaminado a la impunidad de los corruptos y a la transformación de la República en una sucursal del castrochavismo y  al mismo tiempo fogonear señales de que la derrota del kirchnerismo en 2023 a manos de la oposición no es una utopía.

Y obviamente no es que los dirigentes de JxC no lo sepan, sino que actúan como si no lo supieran! A pesar de toda la ayuda que reciben desde la presidencia y desde la gobernación de la provincia de Buenos Aires con increíbles torpezas y chapucerías dignas de figurar en el manual del perfecto idiota latinoamericano descripto por Vargas Llosa no atinan a anticiparse a las tramposas jugadas del contrario.

Por ejemplo, pasó desapercibido tanto en los medios como en las redes y como en la oposición un movimiento táctico del creativismo kirchnerista que apunta a apretar a la oposición para que acepte las inaceptables condiciones respecto de la reforma de la ley electoral.

Como el operativo “acuerdo” no les funcionó, los kirchneristas buscaron otra atajo para acomodar las cosas a su conveniencia electoral.

El pedido de inconstitucionalidad de las PASO presentado por el abogado santiagueño Francisco Cavallotti, sin perjuicio de su validez – invoca las mismas fundadas y serias razones que en esta hoja nos cansamos de reiterar una y otra vez – es por cierto una ingeniosa manera de que el proceso electoral entre en un farragoso laberinto judicial que termine en la imposibilidad de celebrar las encuestoelecciones llamadas PASO inventadas después de la derrota de 2009 por el histórico apoderado pejotista Jorge Landau a pedido de Néstor Kirchner.

Que los opositores se traguen estos sapos sin dedicarle un párrafo y sin darse cuenta ni atinar a encontrar medios de conjurar las elucubraciones oficialistas es lo que envía a la opinión pública un mensaje de incompetencia política que atenta contra sus posibilidades de obtener un resultado  ganador en las elecciones legislativas en línea con una estrategia eficaz para la recuperación del gobierno.

La proverbial habilidad de los cráneos kirchneristas para fabricar tramoyas exige de la oposición respuestas acordes que vayan mas allá del lamento, el comentario o el “repudio” y disipen en la opinión pública la sensación de que el oficialismo es  demasiado fuerte y astuto  para los pobres recursos políticos de sus opositores y por consiguiente se consolide la idea de que es mejor resignarse a la subordinación al más poderoso.

Claro está que eso requiere trabajo, organización, conducción, estrategia y tácticas creativas que una oposición entregada a disputas posicionales internas no muestra para desazón de quienes conforman la mitad del país que rechaza el modelo populista que le ofrece el actual gobierno.

La ley de las PASO debe ser abrogada, no “suspendida”

Por Luis Orea Campos

Luego de su breve paso por la política el genial pensador español Ortega y Gasset concluyó en su obra maestra “La rebelión de las masas” en que “la salud de las democracias, cualesquiera que sean su tipo y su grado, depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral. Todo lo demás es secundario”

Esta frase, parece haber sido escrita para la Argentina, porque la ley 26.571 madre de las tan famosas como malhadadas PASO, prostituyó el sistema electoral porque no pretendió democratizar nada -como decía su título- sino impedir a futuro aventuras de peronistas “rebeldes” que se llevaban votos que el matrimonio Kirchner consideraba suyos.

Tal engendro legal, ideado por Jorge Landau en 2009 a pedido de Néstor Kirchner como respuesta a la derrota “por muy poquito” sufrida por el pingüino a manos de De Narváez en las elecciones legislativas de ese año, es la más cabal prueba del aserto de Ortega porque su único efecto real fue incrementar la degradación de los partidos políticos y de la democracia.

Ahora se escuchan de nuevo voces que propugnan la “suspensión” de las PASO para las elecciones de 2021 “como antesala de la derogación definitiva del sistema” según vaticina Ignacio Zuleta en su habitual columna de los domingos en Clarín.

Realmente es vergonzosa la manera en que se manosean instituciones que formalmente son “fundamentales para la democracia” según reza el artículo 39 de la Constitución Nacional, de acuerdo con la conveniencia electoral del gobierno de turno. Y aquí no hay diferencias entre oficialismo y oposición.

Ya se sabe que la clase política argentina es de bajas calorías, por no decir anémica, pero por lo menos sus dirigentes deberían dejar de exhibir su ignorancia y su impudicia como una contribución al mejoramiento del sistema democrático que supuestamente rige en el país cuya salud, como cualquiera puede ver, está en franco tren de deterioro.

En efecto, no se trata de que, como está en boga ahora, si a Juan o a Pedro le conviene o no que se suspendan las PASO según su cincunstancial posición interna o externa en que se encuentre en cada elección, sino de que la ley 26.571 es una aberración que contradice abiertamente todo principio doctrinario y judicial sobre la esencia y función de los partidos políticos y no debe ser suspendida, sino derogada totalmente.

Es más, la legislación electoral, de los partidos políticos y del financiamiento de la política debe ser modernizada y simplificada a la luz de las nuevas modalidades de asociación de agrupaciones con plataformas y declaraciones de principios elásticas y maleables a gusto del consumidor meramente formales que no las leen ni los que las escriben.

Hoy la realidad marca que las llamadas “coaliciones” -que no son tales estrictamente hablando- son simples rejuntados de algunos partidos medianamente estructurados con un enjambre de sellos de goma, muchos de ellos creados ad hoc, que se prenden de la popularidad de ciertos candidatos en busca de obtener alguna sinecura pero ni remotamente figura en sus prioridades el piso mínimo de ideas afines y un propósito común que legitimaría su asociación.

La ley 26.571, mala copia remixada del sistema norteamericano, facilitó esta licuefacción del auténtico rol de los partidos políticos al romper una frontera vinculada directamente a la naturaleza de estas asociaciones, nada menos que el “ámbito de reserva” partidario sobre el cual la Corte Suprema ha dicho que constituye un límite infranqueable para los poderes del Estado porque es el que garantiza la autodeterminación y gestión de este especial tipo de asociaciones.

Al imponer un sistema electoral interno extra partidario el Estado ha irrumpido en esa “zona de reserva” violentando la regulación de su libertad, gobierno propio y libre funcionamiento que son atributos inalienables de la naturaleza jurídica de los partidos, por eso resulta imperioso dejar de discutir sobre la suspensión de las PASO y proceder a la derogación de la ley de “democratización” in totum para -como dice Zuleta- devolverles a los partidos la facultad de elegir a sus candidatos como mejor les venga. Facultad que jamás debió haber sido resignada por las agrupaciones ni apropiada por el Estado.

De nuevo las PASO en el candelero

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Circula últimamente con insistencia una versión que alude a presuntas intenciones del gobierno kirchnerista de suspender las elecciones de medio tiempo del año próximo invocando como razón las limitaciones que impone la pandemia que azota al planeta señaladas por la Cámara Nacional Electoral en el texto de la acordada 33/2020.

Aunque los voceros de esta iniciativa por ahora la refieren sólo a las Primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO), conociendo el paño no es difícil predecir que llegado el caso van a intentar suspender las legislativas y prorrogar los mandatos en vigencia mediante alguna ley salida de la frondosa inventiva de sus amanuenses jurídicos.

La necesidad tiene cara de hereje dicen, y para mantener la actual relación de fuerzas en el Congreso y esquivar el previsible castigo electoral que le acarreará al oficialismo tanto la inevitable mishiadura como la serie de despropósitos actuales y futuros que impulsa la sedicente arquitecta egipcia en franco tren de venganza y sometimiento no les queda otro camino que inventar otra trampa más.

Una señal ya la dio la Cámara Electoral por una parte citando en su acordada como antecedente los casos de varios países que suspendieron las elecciones por “fuerza mayor” -y fijaron la fecha de realización para unas semanas después- y por otra pasándole la pelota al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y al Ministerio del Interior respecto de los pasos previos que están a cargo de esos organismos.

Debido a ello el oficialismo tiene en sus manos la llave para justificar la suspensión de las elecciones de octubre de 2021, ya que aduciendo obstáculos operativos derivados de la situación sanitaria puede demorar la realización de los preparativos administrativos y logísticos que posibilitan la realización de las elecciones el tiempo suficiente para que se tornen inviables por falta de aseguramiento de las condiciones que garanticen la  transparencia del acto.

Ello pondría a la oposición en un brete ya que de exigir que igual se realicen en término a pesar de los baches producidos por la demora estaría aceptando tácitamente que sea a costa de la transparencia del comicio abriendo así la puerta a fraudes por los que no podrá reclamar.

Si en cambio la oposición se despierta y comienza ya a exigir y a controlar que se arbitren los medios para que se puedan cumplir los prolegómenos administrativos y logísticos, todavía le queda al gobierno la carta de por lo menos suspender las PASO con el objetivo de dificultar que las agrupaciones contrarias puedan unificar su propuesta electoral, ya que en caso de que eso ocurra el Frente de Todos va a una derrota segura que lo deja en malas condiciones para enfrentar el desafío de 2023.

La suspensión de las PASO sin embargo eventualmente sería acompañada por la oposición, que da por hecho que el kirchnerismo va a llevar adelante la iniciativa aunque sea por medio de un estrambótico DNU u otra innovación legal y en consecuencia ya está diseñando un esquema electoral interno alternativo a las famosas PASO.

En rigor de verdad las internas abiertas, engendro ideado por Néstor Kirchner para disuadir a los ariscos que le hicieron perder las elecciones de medio tiempo en 2009 frente a De Narváez y cía., no deberían ser suspendidas sino suprimidas por ser una creación contra natura como varias otras ocurrencias del kirchnerismo.

En efecto, ese procedimiento importa una brutal desnaturalización de los partidos políticos como instituciones de raíz privada fundadas en el derecho de asociarse con fines útiles que implica el de establecer sus reglas de funcionamiento interno sin injerencia del Estado.

So color de la “Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad Electoral” como reza el pomposo título con que la bautizaron sus padrinos, se produjo la más inicua, inconstitucional e inútil irrupción del Estado en la zona de reserva de los partidos políticos.

Ninguno de los cometidos que prometía la ley se cumplió, y el proceso que encarnaba se convirtió en una mera formalidad porque las circunstancias determinaron que salvo raras excepciones las candidaturas importantes llegaran a las PASO cocinadas previamente en otros ámbitos.

Tampoco la reducción de la cantidad de partidos que pregonaban la Cámara Electoral, opinólogos de ocasión y el periodismo desconocedor se cumplió.

Conforme reza el art. 38 CN la creación y el ejercicio de las actividades de los partidos son libres dentro del respeto a la Constitución, que garantiza su organización y funcionamiento democráticos, la representación de las minorías, la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas.

Estas garantías enumeradas no necesitaban ninguna ley más que la 23.298 porque cualquier afiliado podía dirigirse a la justicia si veía vulnerada alguna de ellas, pero las PASO se comieron la parte que establece la libertad de creación y ejercicio de actividades, bien que con la interesada participación de la oposición que creyó verse beneficiada.

La aceptación de este mecanismo eleccionario fue producto de la virulencia de las luchas intestinas en el interior de los partidos exacerbadas por la posibilidad de acceder a las prebendas y sinecuras inherentes a los cargos y por la falta de oportunidades en el sector privado, pero su fracaso marca claramente que estos injertos no solucionan la cuestión de fondo que es la incapacidad de la dirigencia política para poner la salud de la Nación por encima de las trifulcas internas y las mezquindades personales.

Luis Orea Campos

 

El peligro está en los cuellos de botella

cuellodebotella-1Coronavirus debe ser la palabra más pronunciada y escrita en un lapso de 60 días en la historia del mundo. Nadie se priva de poner su granito de arena en el torrente de opiniones, informes, recomendaciones, predicciones y ocurrencias varias. Podría decirse que está de moda sino fuera que tendría un tufillo de humor negro poco apropiado en estos momentos.
Sin embargo, despejando la paja del trigo en este zaquizamí comunicacional aparecen las líneas maestras del fenómeno que hoy aflige a la humanidad toda en lo relacionado con su abordaje.

Por ejemplo, desde el punto de vista de la política sanitaria es posible identificar un punto clave a tener en cuenta para la defensa contra esta peste: los cuellos de botella.

Y es sobre ese punto donde debe enfocarse la acción gubernamental. La enfermedad en sí misma y su transmisión quizás no sean tan graves pero sí lo es su velocidad y eso es lo que las autoridades debieron haber tratado en primer lugar al comienzo de la crisis, pero en rigor de verdad desde el ministro de Salud para abajo y para arriba demostraron que les falta el timming y la capacidad de decisión y hasta el sentido común que caracteriza a los verdaderos líderes ante situaciones catastróficas.

El primer cuello de botella y principal es la capacidad de detección de infectados porque está directamente relacionado con la velocidad de propagación del microbio. La ecuación es sencilla, a mayor velocidad de detección menor velocidad de propagación porque de inmediato los infectados pasan a cuarentena evitándose el contacto

Por una de las tantas decisiones equivocadas de las autoridades la detección está concentrada en el Instituto Malbrán mientras el virus vaga libremente por las ciudades.

El gobierno se niega férreamente a explicar la razón de esta concentración que favorece la diseminación viral porque las instalaciones y reactivos del organismo están lejos de poder procesar en tiempo útil todas las demandas. Si no fuera porque es exagerado podría decirse que esta inacción de las autoridades en cuanto a este punto es casi criminal.

La razón de la antedicho es que la velocidad de propagación tiene que ver con el segundo cuello de botella: la capacidad de respuesta del sistema sanitario que puede verse rápidamente colapsado de no atenderse debidamente el primer cuello porque ante la duda las personas van directamente a la consulta personal dado que tampoco funciona debidamente el número telefónico.

No hay instalaciones ni equipamiento para responder a la demanda en caso de una propagación agresiva por lo cual de no frenarse con la detección temprana en breve se llegará a la situación de Italia donde como se sabe se selecciona quien vive y quien muere. Otro punto que desnuda la incapacidad de reacción del gobierno actual.

La paralización de las clases y otras medidas conexas sumadas a las que la población toma por su cuenta quizás ayudan temporalmente en un contexto climático amigable como el presente, pero estamos a las puertas del otoño y del invierno donde se manifestarán los errores o aciertos del esquema de prevención que se implemente en este momento de la expansión.

Por eso el tercer cuello de botella y el más grave tiene que ver con la velocidad decisional y la capacidad ejecutiva de las autoridades que pierden un tiempo precioso en dudas increíbles, medidas inocuas y hasta contraproducentes y amenazas tan vacuas como las calles de Roma en este momento.

Todavía se debe estar escuchando las risas de los empresarios después de las supuestas advertencias de Alberto con respecto a los precios.

Es que Alberto Fernández no es el hombre para esta emergencia mundial, no es el líder que ordena, es el funcionario subordinado que cumple con singular eficacia las órdenes que dan sus superiores. En su gen político no está el don de mando y de organización.

Cuando durante la segunda guerra mundial Churchill advirtió que miles de soldados ingleses iban a ser masacrados por los alemanes en las playas de Dunkerque no dudó un instante en implementar una operación de salvataje totalmente creativa y audaz que permitió salvar sus vidas, entre otras genialidades de uno de los personajes más admirados del siglo XX. No importa a quien se le ocurrió la idea, lo que importa es que el utilizó su poder para ponerla en marcha inmediatamente.

Al gobierno albertista la gente dice “Pónganse las pilas” pero es inútil, no se puede correr una carrera de fórmula uno con un Chevrolet 400 ni las soluciones van a venir por rezarle al Cura Brochero, aunque en estas circunstancias quizás no sea tan mala idea teniendo en cuenta todo lo dicho antes.

Macri, el ingeniero que olvidó el efecto inercial

Por Luis Orea Campos

N. del editor: Esta nota fue publicada en Onda Política el 12/12/2016 pero se reproduce para que se advierta como predijimos lo que iba a pasar si Macri no dejaba de lado las teorías de Marcos Peña

Si bien a los capitostes kirchneristas de esos que peregrinan por los pasillos del templo de San Comodoro Py encabezados por la arquitecta egipcia nadie le compraría un auto usado tampoco nadie le encargaría la construcción de un edificio al ingeniero Macri después de ver la performance del primer año de gobierno por la sencilla razón de que al parecer se salteó la materia “Dinámica” de la carrera del rubro.

Que su grupo de colaboradores haya impulsado un extraño experimento que básicamente consiste en el insensato intento de reconducir el sistema político sin hacer política es comprensible dado el escaso conocimiento de ese ámbito que, salvo raras excepciones, tuvieron los integrantes de su dream team.

Pero que a un ingeniero civil, que debería conocer como el padrenuestro el sistema de referencia inercial newtoniano se le escape la tortuga de la forma en que se le escapó es francamente preocupante, a menos que su objetivo haya sido reproducir a nivel político la teoría del caos del belga Ylia Prigogine, quien sostiene que la realidad es una mezcla de desorden y orden, y que el universo funciona de tal modo que del caos nacen nuevas estructuras, llamadas estructuras «disipativas» que sería formaciones coherentes encargadas de permitir alcanzar un cierto orden a expensas de un aporte continuo de energía externa al sistema.

Aunque a juzgar por su airada reacción ante las sucesivas zancadillas de la oposición más bien parece que el caos que produciría en su gestión el agujero fiscal que le quiere fabricar la nueva UTE (Unión Transitoria de especuladores) legislativa le produce una irritante urticaria

Pero lo más inquietante de todo es que ha llegado a este punto donde su equilibrio inestable puede llegar a espantar las inversiones que son la columna vertebral de su mentado “proyecto político” por no haber considerado apropiadamente la fuerza inercial del último período kirchnerista.

En el año 2011 desde esta misma columna advertíamos antes de las elecciones presidenciales que “así como están las cosas tal pareciera que solamente un milagro puede salvar a la Argentina del desastre que sobrevendrá en caso de lograr el kirchnerismo imponerse en las urnas”. Tal milagro no ocurrió quizás porque Dios ya estaba aburrido de darles oportunidades de despegue a los argentinos.

El ingeniero Macri debió haber previsto con mayor precisión el impacto que los desaguisados del kirchnerismo iban a tener en su turno gubernativo y en consecuencia haber desarrollado ni bien asumió un mecanismo de protección.

Pero prefirió subestimar el poder de la fuerza inercial de cuatro años de paroxística locura cristinista y pensó que podía pararla en seco con sólo apelar a la racionalidad y al cansancio social que lo depositó en la Casa Rosada. No sólo eso, sino que siguió adelante con su tesis a pesar de la advertencia que fue el resonante fracaso de la suba de tarifas e ignorando las señales que iban apareciendo en el horizonte.

Si bien la pobreza, los despidos, la recesión y el malestar social no lo produjo Macri sino que es la consecuencia del período previo de doce años de jolgorio mal habido, no acertó a tejer una red de compromisos sólidos ni siquiera con sus propios aliados porque de alguna manera los siguió considerando parte de la “vieja política” denostada por su gurú Durán Barba, sin entender que no existe ni vieja ni nueva política, sólo existe la política a secas.

Ahora se enfrenta con un partido sin estructura territorial y con una alianza tembleque y controvertida a un peronismo que recién se está desperezando y al que paradójicamente no le conviene destronarlo sino convertirlo en un socio minoritario o en un rehén de sus pretensiones económicas y desgastarlo con guerrillas hasta que en 2019 llegue el momento de asestarle el golpe final y retornar al poder. Esa tensión es la impronta de los años por venir.

Al parecer ni Maquiavelo, ni Von Clausewitz ni Sun Tzu forman parte de su biblioteca.

La quimera de la transparencia electoral

Guita financiamiento Partidos

El “affaire” de los aportantes truchos de la campaña de Vidal en Buenos Aires trae nuevamente al tapete la cuestión del financiamiento electoral, tema éste que esporádicamente motiva iniciativas parlamentarias que por lo general naufragan en el denso mar de los intereses políticos o terminan en reglas inoperantes que fracasan por la simple y sencilla razón de que son concebidas en cómodos despachos judiciales o laboratorios de organizaciones que conocen sólo la superficie de los avatares del funcionamiento de un partido político y divulgadas por ígnaros opinadores mediáticos.

Lo único que han logrado las regulaciones sobre financiamiento – promovidas en particular por los magistrados del fuero electoral – es que la mayoría de las agrupaciones sufran multas a diestra y siniestra que convierten el supuesto apoyo financiero del Estado en una mísera limosna y a las a instituciones sacralizadas como “fundamentales para la democracia” en kioscos.

Es decir que la finalidad sustantiva perseguida por la ley que es apoyar económicamente a los partidos y sus campañas electorales, se ve frustrada por cuestiones formales provenientes de funcionarios y técnicos a los que lo único que les importa es cuidar su pellejo y conservar su sustancioso sueldo con la indeseable consecuencia de la degradación objetiva del partido político como institución.

Por si ello fuera poco, los legisladores se dejaron llevar en su momento por el discurso judicial y sancionaron un procedimiento híbrido que mete cuestiones administrativas, electorales y penales en una mezcolanza a resultas de cuyas lagunas la justicia electoral termina erigiéndose en único árbitro supremo y atribuyéndose a sí misma una facultad legisferante que no tiene – por ejemplo establecer el período de prescripción de la acción – disfrazada de “resoluciones” “acordadas” e interpretaciones que eventualmente pueden llevar a que una falta administrativa termine en una inconstitucional pena de inhabilitación de candidatos que es materia de otra rama del derecho, con lo cual el poder de los jueces y camaristas se ve incrementado exponencialmente en proporción directa con su capacidad de daño.

Mas allá de todas estas disquisiciones lo cierto y objetivo es que las irregularidades que salieron a la luz no hacen sino demostrar por enésima vez el rotundo fracaso de la normativa teóricamente destinada a evitarlas – por lo menos respecto de su objetivo – como no puede ser de otra manera ya que parte de un supuesto quimérico, a saber, que es posible controlar con exactitud el origen y la aplicación del total de los fondos empleados en una campaña electoral. Eso no ocurre aquí ni en la China.

La regulación sobre financiamiento de campañas viene entonces a ser como la religión, una especie de valla “moral” que evita desbordes masivos pero no la concupiscencia individual de sus fieles y sus pastores.
Así como el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones también el camino al poder está siempre construido en parte con baldosas de dudosa santidad porque esas son las reglas del juego, y quien no las sigue, salvo raras excepciones, sucumbe en la competencia.

La realidad indica entonces que querer controlar ex post los fondos de campaña es como querer cazar una liebre con una escoba en un contexto donde nadie, repito, nadie, puede tirar la primera piedra, a tal punto que si se da la paradoja de que si todas las irregularidades pudieran ser descubiertas y sancionadas con estas reglas inadecuadas … ¡El país se quedaría sin autoridades!

Prueba fehaciente de todo lo antedicho es una nota publicada en Clarín bajo el inexplicablemente pretencioso título de “Dinero de campaña: cómo salir de la opacidad”, cuyo autor es director de IDEA, una de esas asociaciones teorizantes que se mencionaron antes, en la cual se presentan como si fueran soluciones una serie de expresiones de deseo que reflejan con claridad el grado de desorientación y desconocimiento que hay en el tema.

Los partidos políticos constituyen la primera y máxima expresión del derecho de asociarse con fines útiles, derecho que está en la base misma del sistema democrático. Pretender convertirlos en meras creaciones legales y sujetarlos al tutelaje judicial extremo son pretensiones destinadas al inexorable fracaso y mientras no se asuma esta realidad primigenia no se encontrarán las fórmulas legislativas eficaces que concentren los esfuerzos en lo realmente importante.

En efecto, las regulaciones respecto de los fondos que se utilizan en campañas electorales tienen como finalidad principal evitar que aportes de empresas o individuos que se escudan en la opacidad favorezcan en forma determinante las posibilidades de determinados candidatos que luego de acceder al poder devuelvan esas contribuciones en forma de actos perjudiciales a la sociedad en general, ya sea con influencia, protección para los delitos o privilegios que beneficien indebidamente a los aportantes.

Pero la realidad indica que todos, absolutamente todos, los candidatos con posibilidades gastan más de lo que declaran en sus rendiciones que son en gran parte dibujos contables no porque sea su objetivo engañar al público sino porque se ven obligados por normas que pretenden encorsetar en reglas incumplibles la dinámica de campañas en las que el dinero circula en un lapso sumamente breve por los más diversos canales a una velocidad incontrolable aún para quienes tienen a su cargo el manejo centralizado de los recursos.

Como se dijo antes, esas normas son concebidas, redactadas y aplicadas por gente que no tiene percepción directa de lo que significa el día a día de una campaña ni de las exigencias que impone la necesidad de que su tumultuoso curso no se detenga ni por un instante en la competencia por el poder porque ello podría sellar su suerte.

Por eso es que tales recetas fracasan y luego de cada aparición de actos que no encajan en sus moldes teóricos salen los presuntos voceros de la transparencia a rasgarse las vestiduras y a reclamar a voz en cuello más regulaciones con el fin de rascar algo de espacio mediático.

Claro está que no es cuestión de dejar librada al poder del dinero un paso tan esencial a la calidad democrática como el proceso de reproducción de las autoridades, pero tampoco ayuda poner el foco en la opacidad de las contribuciones y no ver el panorama completo: María Eugenia Vidal ganó incuestionablemente las elecciones no porque su agrupación justificó aportes empleando nombres al azar, sino porque los ciudadanos estaban hartos de morir en inundaciones, carecer de cloacas y sufrir el flagelo del narcotráfico, la inseguridad y la mafia policial. Y esto es lo verdaderamente importante no lo que reglas distorsivas obligan a hacer a los responsables de las rendiciones de cuentas.

Cuando los jueces, técnico, opinólogos y periodistas dejen de intoxicar a la sociedad electoral induciéndola a error mediante reglas que exhiben incoherencias indisimulables quizás se pueda comenzar a sacar el tema de los juzgados y a elaborar un esquema creativo, integral, práctico y eficaz que cumpla su objetivo, porque mientras se admita que los partidos políticos deben justificar hasta el último centavo al mismo tiempo que se acepta que el instituto Patria puede blindar el acceso estatal al origen de los cuantiosos fondos que alimentan su accionar estaremos chapaleando en el mismo barro.