Curiosa Argentina. Muchos que ahora vociferan contra las candidaturas»testimoniales», olvidan que la primera en inaugurar esa metodología fue justamente la mujer de Kirchner, con el agravante de que ni siquiera se tomó el trabajo de avisar a sus votantes que no iba a asumir el cargo para el cual estaba ofertando sus servicios. Por el contrario anunciaba grandes cambios en cuanto a la «calidad institucional» con lo que la mentira fue completa y disparada con premeditación y alevosía contra los sempiternos compradores de espejitos de colores que aún hoy esperan que un rayo misterioso haga brillar su opaca mollera mientras el país se debate entre la mishiadura y el dengue.
En realidad, a nadie deberían sorprender las tretas arrabaleras de Néstor Kirchner, ya que el kirchnerismo como opción politica fundó su accionar en la astucia miope de un aldeano sureño y nació viejo como Benjamín Button, pero a diferencia de ese relato no se convirtió en Brad Pitt sino en el viejo Viscacha, siguió envejeciendo y al igual que Dorian Gray al final de su largo camino de perversión termina apuñalando furiosamente la imagen que lo mantuvo al tope de las encuestas durante sus dorados años de poder.
Como decía bien un analista político hace algunos días, es una suerte que la ciudadanía en general esté tan desinformada respecto de los desquicios que ha hecho con el país el matrimonio gobernante porque de lo contrario estaríamos al borde de un linchamiento magnicida y el consiguiente desborde social, pero mal que les pese los optimistas que creen que este cocoliche puede llegar a 2011 están empezando a entender que la evidente ineptitud de ambos cónyuges y sus lacayos ministeriales como la hormiguita trepadora tiene graves consecuencias.
Un difundido apotegma que dice que a lo largo de la historia de la humanidad el mosquito ha matado mas gente que todas las guerras juntas amenaza convertirse en una pesadilla palpable para la población argentina. Respuesta presidencial: no declaren la emergencia sanitaria porque en el mundo pueden enterarse que estamos apestados y no sólo en lo financiero. Lo ridículo de la excusa hace irrelevante cualquier comentario pero provoca un interrogante ineludible: frente a tamaña muestra de irresponsabilidad ¿No les corre un frío por la espalda a los seguidores de la pareja? ¿Son tan corajudos o están tan deseperados que siguen subidos a un tren que va derecho al despeñadero?
«El dengue llegó para quedarse». Chocolate por la noticia señora Ocaña. Lo que el pueblo quiere saber es que va a hacer el ministerio a su cargo para controlar la situación. «Por ahora, no enviar recursos de ningún tipo a Corrientes, Catamarca y Córdoba por orden de la señora presidente porque son opositores al modelo»- El viejo «al enemigo ni justicia» traducido al dialecto kirchnerista » a los opositores ni repelente».No más preguntas.
Algunos dicen que la culpa de la expansión del dengue no es culpa de la Ocaña sino de quien le dio de comer, pero ¿No tiene responsabilidad quien aceptó un cargo crítico sabiendo que carece de la idoneidad necesaria para desempeñarlo? ¿O eso se llama audacia y hay que aplaudir a quien la demuestra? Poner a una licenciada en ciencia política totalmente profana en medicina sanitarista a cargo nada menos que de la salud pública es por cierto un acto de grave irresponsabilidad nada sorprendente en una persona que osa ir a burlarse de las tribulaciones financieras del Tío Sam en sus propias narices y afirmar que «la Argentina no necesita un plan B» frente a un cataclismo financiero de impredecibles consecuencias.
Pero también lo es de parte de quien sabiendo que la medicina sanitarista es una especialidad profesional lo acepta creyendo que todo su trabajo se reduce a bloquear los intentos predatorios de Moyano, mientras los amigos del gobierno – que la Ocaña integra – se siguen enriqueciendo en proporciones colosales a costa del erario sin que a ella se le mueva un pelo. La honestidad que muchos ingenuos le reconocen queda así en grave entredicho, pero lo más grave de todo es que su falta de ideas y conocimiento se traduce en muerte y enfermedad. Un médico por allá.