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Macri, su equipo y el Negro Fontanarrosa

Además de excelente persona el Negro Fontanarrosa fue un ícono del humor gráfico argentino que sigue viviendo en sus historias y creaciones, pero además será recordado en otros ámbitos por su intervención en el 3er. Congreso Internacional de la Lengua Española suceso en el cual reivindicó un verdadero hallazgo argentino, una palabra que según su propia exposición es del tipo de las que “son irremplazables, por sonoridad, por fuerza, algunos incluso por su contextura física”. Se refería al término “pelotudo” tan en boga últimamente por obra y gracia de Cristina Kirchner.

Desde muy temprana edad todo el mundo en Argentina sabe que lo que esa palabra representa va mucho mas allá de lo que puede describir una mera definición, como también ocurre con sus derivaciones como “pelotudeces”, porque resulta ser que un tipo puede no ser en realidad un pelotudo, pero ello no lo exime de cometer pelotudeces.

Ello viene a cuento porque en los medios políticos y periodísticos se está cometiendo una equivocación semántica que puede inducir a confusión y retardar la salida de ciertos embrollos que complican a un gobierno que sin duda está queriendo reconstruir todo lo que una rudimentaria pareja de bribones y sus lacayos dejaron en estado ruinoso.

Se dice que Macri y quienes lo asesoran cometen errores en la gestión de gobierno. Craso error, valga la redundancia. No cometen errores, hacen pelotudeces que es muy distinto. Y  la diferencia es fatal. Porque dejar que un abogado pistola represente al gobierno en un tema tan delicado como el de Correo Argentino huele demasiado a disimulo, bajarle 20 pesos a los jubilados o hacer móvil el feriado del 24 de marzo no son errores, son reverendas pelotudeces.

¿Y dónde está el peligro? En que las sumas de demasiadas pelotudeces inexorablemente llevan a la opinión pública y política a la conclusión de que el gobierno está lleno de pelotudos que no ve mas allá de sus egos. Y su principal opositor, y a su vez principal respaldo en cuanto a la gobernabilidad, es el peronismo real ( no su caricatura kirchnerista), que perdona errores, corrupción, chambonería, traiciones y otra serie de lindezas propias del quehacer político, pero no perdona a los pelotudos, ni los respalda, ni los acompaña. Y  estas dos variables juntas en el tiempo son letales para cualquier gobierno no peronista.

Hablar ligeramente del tema Malvinas, lanzar una suba de tarifas impopular, apoyar abiertamente a Hillary Clinton y otras medidas por el estilo son errores de gestión, que ningún gobierno está exento de cometer, mucho menos con la escasa experiencia política del actual. Pero hacer pelotudeces ya entra en otro escalón sobre todo cuando se supone que la gente que está al timón sabe mínimamente lo que hace.

Paradójicamente si bien Macri y su equipo están frente a la salida pero no encuentran la puerta  – y eso puede ser catastrófico cuando la gran mayoría de la población está galgueando –  la solución es muy fácil: parafraseando al filósofo sindical Luis Barrionuevo hay de dejarse de hacer y decir pelotudeces por dos años, porque empañan los cimientos que Macri está poniendo  para construir una Argentina diferente, e integrada al mundo, sin piqueteros ni cortes, tarea que si siguen las pelotudeces puede ser abortada por gente muy jodida que las explote para crear el caos, porque como decía el Negro “el camino al cielo podría ser más corto, pero sería más empinado.”