Gran parte de los medios se ha convertido últimamente en una especie de muro de los lamentos mediático en el que dirigentes opositores y empresariales se quejan lastimeramente por las movidas del oficialismo kirchnerista en dirección a la «profundización del modelo», o sea, la colonización social o chavización de la política.
Se lamenta Macri por las operaciones del kirchnerismo, se lamentan los empresarios por las avanzadas kirchneristas sobre el sector privado, se lamentan los opositores por las trampas electorales del gobierno, se lamenta Duhalde por la intrusión de la Cámpora en las elecciones internas del Peronismo Federal y sigue la lista de lamentos.
Cuando se escuchan estos quejidos la pregunta inevitable es la misma que se hizo repetidamente desde estas columnas: ¿Que esperaban que hicieran los herederos de un personaje primitivo e inescrupuloso que se encargó de estropear instituciones cuya creación llevó años a la humanidad ? ¿A tal extremo llegó la imbecilidad generalizada que se esperaban medidas diferentes de una administración conducida por la señora H2 cero que tiene por único objetivo la conservación del poder, y de los privilegios y sinecuras derivadas de su ejercicio?
Esos empresarios quejosos ¿No son los mismos que iban en fila india a Olivos a besar el anillo de Néstor Kirchner o en masa a la Rosada a aplaudir las gansadas que recitaba la presidente?
Estos periodistas y opositores que claman al cielo por los desbordes kirchneristas ¿No son los mismos que se escandalizaban en nombre de la democracia cuando se decía desde ésta y otras columnas que había que sacar cuanto antes del poder al matrimonio por vía del rechazo público y masivo antes de que terminaran de destruir al país?
Gracias a ellos que toleraron lo intolerable una sociedad confundida y desinformada terminó comprando el paquete kirchnerista y sumergiéndose en el artificioso éxtasis consumista, el reino de la banalidad y la degradación de valores indispensables para la convivencia humana, combo éste que representa un campo fértil para la instauración de una dictadura democrática modelo venezolano sustentada en la exacerbación de impulsos emocionales de masas juveniles prestas a dejarse seducir por etéreos vapores supuestamente revolucionarios.
Esto es lo que se sembró y se dejó sembrar «en defensa del sistema democrático que tanto costó recuperar». Los que hoy lloran son todos cómplices, por acción u omisión, de lo que hay y de lo que está por venir, irremediablemente, si se persiste en creer que la tolerancia y llorosas actitudes pusilánimes pueden detener este proceso decadente y su previsible y desgraciado final.
Si quienes se dicen dirigentes políticos o empresariales no comienzan a actuar en función del interés común y no de sus carreras políticas o de sus negocios y no logran despojarse de sus mezquindades y articular una alternativa que sea capaz de levantar el ánimo y crear expectativas en muchos ciudadanos que a pesar de ver el rumbo siniestro del pretendido «modelo» kirchnerista no ven donde canalizar sus aspiraciones, de nada sirven sus berrinches mediáticos ni altisonantes declaraciones.
Mientras tanto, en un arranque de justificada indignación ciudadana habría que decirles a los quejosos incapaces lo que el rey Juan Carlos le dijo a Hugo Chávez: «¿Porqué no te callas?»