¿Es fuerte un gobierno que temblequea cada vez que una amenaza gremial lo pone frente a la posibilidad de un escenario social anárquico? Definitivamente no, pero enfrente no hay gran cosa como se ensañan en subrayar una y otra vez la mayoría de los analistas de los grandes medios, algunos de los cuales, como Alfredo Leuco, además destacan subliminalmente los supuestos «reflejos» de Fernández para enfrentar situaciones delicadas … que ella misma provoca en su torpeza y arrogancia.
La sociedad argentina se encuentra así atrapada entre los delirios de la troupe de radicalizados defensores de un «modelo» de gaseosos contornos, la inopia intelectual devenida en colaboracionismo tácito de la dirigencia política opositora y la voraz ambición de una dirigencia gremial lanzada abiertamente a la conquista del poder.
No es el mejor escenario en un año electoral y menos aún en un mundo sacudido por desastres naturales y atravesado por rebeliones populares que amenazan transformarse en conflictos internacionales de impredecibles derivaciones geoestratégicas y económicas.
Para colmo la conducción de los negocios públicos del país está en manos de una presidente incompetente, improvisada y frívola cuya atención está puesta muy lejos de las cuestiones importantes y mucho más lejos aún de un proyecto a futuro que apunte a subir a la Argentina al mundo desarrollado.
Esperar que un personaje de estas características, cuya salud mental por alguna razón fue puesta en duda en ámbitos del mundo desarrollado, posea la solvencia necesaria para resolver el acertijo que le plantea la divergencia entre sus supuestas aspiraciones progresistas y la explícita sociedad con Hugo Moyano es quimérico, pero pensar que además puede enfrentar con éxito las turbulencias que se avizoran y diseñar un proyecto a futuro para su famoso «modelo» u otra alternativa menos nebulosa es ya francamente delirante.
Un Napoleón pudo conquistar Europa y simultáneamente dictar el reglamento para la comedia francesa y un Rosas gobernar Buenos aires y escribir el reglamento de estancias, pero es obvio que Fernández está mas bien un poco lejos de esos paradigmas.
Sin embargo, una sociedad narcotizada por el fútbol gratis, planes, asignaciones, subsidios, dinero barato y un desenfrenado estímulo consumista conspira contra sí misma y contra sus descendientes convalidando con su silencio los desaguisados, la corrupción y los repetidos papelones de un gobierno que inició su marcha con el sonado escándalo de una valija repelta de dólares que se hizo famosa en el mundo entero pero nadie nunca reclamó configurando, junto con los fondos de Santa Cruz y el fenomenal enriquecimiento familiar, un misterio más de la liturgia kirchnerista.