¿Porque un niño de tres años necesita rueditas laterales en su bicicleta para poder usarla? Por la misma razón que el matrimonio Kirchner necesita de los superpoderes para ejercer el gobierno: no tienen configurados los sensores neurológicos que producen el equilibrio, ergo, no les resulta posible manejarse dentro de las reglas limitantes del ejercicio del poder propios del sistema republicano.
La diferencia es que en los niños de tres años esa discapacidad es temporal , pero a los esposos K les durará toda la vida, y por eso sacarles las rueditas de los superpoderes es la forma segura de que aterricen en la lona, algo que sólo está demorado por el miedo social y la especulación de los aspirantes a sucederlos.
Por extraño que parezca, a mucha gente bien intencionada le cuesta entender que el manejo de un Estado es hoy algo demasiado complejo para gente cuya atención estuvo más tiempo concentrada en los shoppings, la vestimenta y la cosmética que en los fatigosos caminos de la política superior.
Para colmo últimamente la señora de Kirchner encontró el mecanismo comunicacional más ajustado a su precario desarrollo intelectivo en el último descubrimiento de la tecnologia cibernética: el twitter, recurso éste que le permite transmitir a repetición sandeces mas crudas de las que habitualmente profiere desde los atriles oficiales y despacharse en un lenguaje coloquial e injurioso absolutamente impropio de una primera magistrada que subcoscientemente le remite a sus berrinches infantiles y sus humildes orígenes barriales.
Sus casi 100 mil seguidores – que ya los tenia antes de empezar con los twitter – son una masa compuesta en su mayor parte de jóvenes adoradores del i-pod , blackberrys y tantas otras maquinitas a quienes los popes del marketing tecnológico se encargan de hacerles creer que no se puede vivir sin ellas.
Estos ciberconsumidores todavía están en la edad del romanticismo ideológico y en general viven en una especie de burbuja que les impide entender lo que pasa en el planeta, compran todo lo que les ofrece el kirchenrismo como si viniera del laboratorio politico mas avanzado del mundo del mismo modo que un tiempo atrás muchos creyeron que hacerse rico de la noche a la mañana era tan sencillo como comprar acciones de las nacientes empresas punto com que prometían revolucionar el mundo.
Con la pueril esperanza de que el tema de la deuda argentina no se iba a tocar Fernández fue esta semana en Frankfurt a almorzar con la canciller alemana Angela Merkel para descubrir muy pronto como funciona el mundo real al ser zarndeada sin piedad como un peluche por la estadista alemana que entre otras cosas le anotició de que su pretensión de arreglar la deuda con el Club de París sin intervención del odiado FMI era una más de los tantas fantasías que pueblan su pequeño cacumen.
Remarcando la distancia abismal entre ambas mujeres el diario alemán Süddeutsche Zeitung publicó ayer un comentario sobre Cristina Kirchner con el título «Presidenta con inclinación a las estridencia» recordando las llegadas tarde a la «foto de familia» de los mandatarios en las dos cumbres del G-20 que compartió con la canciller alemana, Angela Merkel: la de Lima, en 2007, y la de Washington, en 2008. «En ambos casos la puntual Merkel tuvo un ataque de risa» dijo el periódico, algo que no ocurrió en esta oportunidad en la mesa del almuerzo pero sí en la prensa teutona..
Sin embargo de todo el daño provocado en estos nueve años de gestión hay que reconocer que los Kirchner han tenido la gran virtud de enviar un mensaje esperanzador a la sociedad argentina: si la estructura politica, social y económica del país pudo resistir estoicamente a los destrozos institucionales provocados por dos mentes tan rudimentarias y retrógradas durante todo el tiempo que nos avergonzaron ante paises más civilizados quiere decir que esta sociedad está en las mejores condiciones para emprender la aventura de sumarse al mundo desarrollado del mismo modo que han hecho naciones vecinas como Uruguay,Chile, Brasil,Perú y Colombia una vez que se deshaga de gobernantes afectados por el sindrome de infantilismo político que, justo es decirlo, ostenta la mayor parte de la dirigencia que se encarga de tales menesteres.