En cualquier país medianamente civilizado el brutal recorte presupuestario que el gobierno pretende aplicarle al Poder Judicial en represalia por su actitud de independencia hubiera desatado una inmediata repulsa pública general debido a las consecuencias directas sobre la vida de los ciudadanos que tal agresión supone.
Sin embargo, en la Argentina la sociedad digirió la noticia sin mosquearse por estas menudencias que según su leal saber y entender forman parte de riñas que se libran en las cúpulas del poder y que poco tienen que ver con las tribulaciones diarias de los ciudadanos de a pie.
Aunque esta visión sea tan simplista no deja de tener una cierta cuota de razón cuando se ven jueces que impúdicamente sobreseen al matrimonio a la velocidad de la luz, fiscales que no apelan, juicios a funcionarios que se arrastran sobre su vientre por años y años sin condena, «operaciones » que se arman en ciertos juzgados para embarrar a adversarios políticos y otras tantas muestras de la degradación que sufre el aparato judicial al igual que todas las instituciones del país.
Pero ocurre que en este caso a nadie que tenga aprobado el cuarto grado de la escuela primaria rural puede escapársele que un golpe tan artero repercutirá necesaria y gravemente en la eficacia de una administración de justicia ya deteriorada y, por carácter transitivo, en la inseguridad pública que encabeza todas las encuestas sobre los temas que preocupan a la ciudadanía.
Es duro decirlo, pero el silencio social ante este grosero atropello del matrimonio Kirchner que gasta en el «fútbol para todos» muchos más de lo que quiere sacarle al Poder Judicial es el mismo que hizo el señor Blumberg hasta que le mataron al hijo, momento en que salió embravecido a arremeter contra los molinos de viento del sistema por supuesto sin lograr cambiar un ápice las cosas dado que el problema no está en la dureza de las leyes sino en los criterios y la idoneidad de quienes tienen en sus manos los resortes inmediatos del Estado.
A esta altura de la historia y con hechos tan evidentes ya la ingenuidad no es excusa. Si la gente se calla frente a las barbaridades de la pareja es porque prefiere seguir viendo por la tv fútbol gratis al costo de sufrir un aumento de la inseguridad y un deterioro del sistema judicial, lo cual es una elección legítima.
Pero por favor, basta de llantos, de quejas, de marchas, guarden los cartelones pidiendo justicia y siéntense a mirar el fútbol gratis. Ahora ya no pueden decir que no saben que la ridícula presidente «twitera» y su consorte son los principales responsables de que la seguridad pública siga siendo una simple y pura expresión de deseos.