Para decepción de muchos que durante los años de bonanza sojera dieron por supuesto que los atropellos institucionales del matrimonio Kirchner eran un costo razonable en comparación con los beneficios de la recuperación del principio de autoridad malamente extraviado por Fernando de la Rúa y que por último el resultado de la gestión K no sería tan desastroso como anunciaban analistas agoreros presuntamente motivados por intereses parciales, las consecuencias de los desvaríos matrimoniales – en su momento alegremente acompañados por significativas mayorias de la población por acción u omisión – amenazan llevarse rápidamente las mejoras transitorias logradas por las economías familiares en el rebote posterior a la debacle del 2001 y devolver a los argentinos al infernal punto de partida desde el cual arrancó la aventura kirchnerista tal como lo ha reconocido públicamente el principal causante de la situación.
Se habrían perdido así en medio de bravuconadas, sandeces, pedanterías, papelones,pendencias, insultos y actos irresponsables cinco preciosos años en orden a la estabilización económica e institucional del país lo que lleva a la conclusión de que aunque la señora Carrió se empeñe en aplicar el convencional calificativo de ladrones a los K en función de su sorprendente enriquecimiento patrimonial – tan veloz que muchos sospechan que se vieron obligado a blanquearlo en parte para ocultar la porción mas grande – lo que efectiva y demostrablemente han robado los Kirchner al pueblo argentino es algo mucho más valioso: el tiempo.
Sin entrar a considerar las motivaciones personales de dos sujetos resentidos y ávidos de poder y figuración – porque no valen el tiempo que llevaría – objetivamente lo mas grave es que se trata de dos chapuceros que han desperdiciado lastimosamente otra brillante oportunidad de iniciar el despegue argentino hacia la conversión en un país serio, tarea nada menuda a partir de ahora teniendo en cuenta la desconfianza mundial en el funcionamiento de las instituciones del país y la inseguridad jurídcia que ha sembrado el matrimonio a lo largo de su gestión.
Kirchner y su mujer vienen a resultar así nada más que dos míseros ladrones de tiempo que acompañados por cómplices parlamentarios obsecuentes, mezquinos y rastreros le han robado a la sociedad argentina y particularmente a las nuevas generaciones años de futuro, esto porque hay un mundo en serio y un mundo en joda que inexorablemente debe transitar hacia el serio, pero los Kirchner en lugar de iniciar ese camino nos hundieron más en el mundo de la joda y por eso ahora un simple programa humorístico les provoca temblores frente al ridículo en que los puede dejar por su parecido con la realidad.
Quizás entonces sea hora de que la clase pensante del país se deje de ñoñerías supuestamente «democráticas» e impulse decididamente la salida del gobierno de K y su mujer por medio de los mecanismos que la Constitución prevé antes de que la ruina sea generalizada, salvo que los ciudadanos prefieran esperar a ver unos cuantos trucos circenses más surgidos de la astucia vizcachera de Nestor Kirchner para convencerse que es preciso librarse de las sabandijas antes que sobrevenga el diluvio.
Pregonar que «hay que ayudar a Cristina a terminar su mandato» es lo mismo que los pasajeros de un ómnibus que va rumbo al precipicio quieran ayudar a un chofer que no tiene la más mínima idea de como se maneja el vehículo pero no suelta el volante.
Como bien decía el maestro Besansón los ladrones de tiempo necesitan el silencio de la prensa porque cualquier eco que amplíe sus contradicciones e incoherencias los delata. Por eso la prensa que silenció durante varios años e incluso elogió la «habilidad» política de K y la «brillante inteligencia» de su esposa debe hacer su mea culpa y profundizar la campaña que tardíamente inició para poner al descubierto que los K son simplemente dos payucas taimados y audaces huérfanos de mundanidad a los que la suerte ayudó varios años con sus experimentos escueleros y por sobre todo que no son los dirigentes que la Argentina necesita para salir de su estigma de la inestabilidad permanente.
Ahora que habrá que empezar de nuevo a remontar la cuesta que supo conseguir el pueblo argentino que todavía razona debe aprender de una buena vez que lo único que garantiza la estabilidad social, política y económica es el respeto irrestricto por instituciones, perfectibles por cierto, elaboradas a través de miles de años de civilización para posibilitar la convivencia de las diferencias humanas, creaciones de la humanidad que individuos bárbaros y limitados como Kirchner y su mujer no están en condiciones de comprender ni mucho menos de respetar.
V. Carbone
21.05.2009